30 ene 2009

rehistory II (pablo alonso herráiz, pablo genovés y adrian tyler)

Pablo Alonso Herráiz

Hace unos días hablaba de lo que me habían parecido las obras de Irene Andessner en la preciosa exposición "Rehistory", en la Galeria JM de Málaga. Hoy vuelvo a entrar al trapo, para no dejar de lado aquellas otras que también estaban allí y merecían su glosa:

De una parte, y compartiendo sala con la Andessner, el terceto alegórico de Pablo Alonso Herráiz. Comparto el interés de este artista de origen sevillano por las ficciones construidas a partir de una serie de piezas que, pudiendo funcionar de modo independiente, se encuentran más cómodas orquestadas bajo el guión algo literario dirimido tras un arduo proceso de trabajo. Siempre me ha parecido encontrar muchos paralelismos entre su obra y las otras ficciones, esta vez fotográficas, de Joan Fontcuberta (que mediante el virtuosismo del fotomontaje y otras técnicas adyacentes ha conseguido hacer creer a miles de ilusos espectadores un buen nutrido grupo de historias). No obstante, el arte de Pablo Alonso Herráiz, feliz en esa inmersión en la historia, fabula sin querer engañar -y eso que a veces ha tenido algo de trampantojo, como aquel estupendo proyecto, Chewing Gum Space Children, que conjugaba de un modo muy efectivo la instalación y el falso documento.

Pablo Alonso Herráiz

En este caso son unos caballeros medievales y la bestia monstruosa a la que pretenden alcanzar el motivo de su afrenta artística. Ellos, dibujados sobre grandes lienzos con un destacado trazo románico, como de códice, y resueltos a partir de hileras de lentejuelas multicolores; la bestia, construida desde una miriada de piezas de la famosísima lego, lo que sin duda arroja luz acerca de la generación a la que pertenece y sobre el sentido del divertimento que en todo caso alumbra su arte sin menoscabar una rigurosidad que entona el conjunto. Al parecer, estas obras se encuadran en otro proyecto multidisciplinar de envergadura -que la propia galería presenta como "delirante"- a partir de un relato de 2006 llamado “El crematorio de Bête Blanche”, en el que narra la historia de un caballero medieval del siglo XIII y la de uno de sus descendientes siete siglos después.

Pablo Genovés

En el vestíbulo de la galería, en un pequeño formato que las hace deliciosas, las piezas de fotomontaje de Pablo Genovés,
Paisajes y Rocas, en las que se auna un apropiacionismo delicado, un cuidado ensamblaje de los elementos y una refulgente presentación de la fotografía debida a su montaje con metacrilatos. Genovés sitúa la acción en un todo operístico que consigue presentar una irrealidad evidente como posibilidad, la catástrofe embutida en fastuosos teatros y compitiendo con ellos en suntuosidad, además de otros lugares afectados.

Adrian Tyler

Finalmente, en el subsuelo de la galería, las siempre efectivas fotografías de Adrián Tyler, que continúa abordando la estética del no-lugar, una poética muy traída y llevada en estos tiempos que corren, pero que en manos de Tyler adquieren una dimensión pictórica especialísima, que abundan en la textura de lo habitado y reconstruyen una historia vívida.

29 ene 2009

miracles


Serie de 10 exvotos. Dibujados en tinta china sobre papel basik y después troquelados a mano, probablemente prendidos en la pared con alfileres. Aproximadamente, 20 x 15 cm cada pieza.

Pieza central de próxima exposición en B&B Galerie, Basel (Suiza). A partir del 27 de febrero.

No estoy seguro de que sea la disposición definitiva de las piezas; todavía ando dándole vueltas... Véanlas con más detalles en mi flickr.

26 ene 2009

exposición en basel: pain


Esta es la primera maqueta de la postal de invitación para la exposición en B&B Galerie, Basel (Suiza). El motivo principal es el exvoto que resume la génesis del proyecto, una pierna atenazada por las ramificaciones del nervio ciático. El dibujo original está realizado en tinta china sobre papel basik, y después troquelado en su silueta. No estoy todavía muy seguro del diseño (la disposición de los elementos y la tipografía) pero hasta el momento es la versión que más me convence. Se aceptan opiniones.

exvoto 008100100

Lepidóptero de aspecto ventricular y textura leñosa; apenas extirpado, constituye un peculiar trofeo. Los coleccionistas, los que desean atesorar un museo de breves bellezas muertas, lo clavan con alfileres sobre cartulinas negras.

22 ene 2009

cosas que ocurren en ARCO... xoán anleo


Por ejemplo, que las cosas se entrecrucen y superpongan. Ahora que queda tan poquito para la única feria a la que me puedo permitir asistir por ahora, siempre echo unos cuantos ratos remirando las fotos de la edición pasada, y suelo redescubrir sensaciones. Si asisto un segundo día (no todos los años me es posible) suelo entonces pasear distraída y desordenadamente, mantener conversaciones triviales y clavar el objetivo allí donde me place, sin resquemores. Y entonces hay fuegos artificiales, pompas y boatos propios de los mejores funerales y migajas de algunas pretensiones.

Como los reflejos neónicos o el toro de osborne sobre un par de fotos de Xoán Anleo.

19 ene 2009

no es la forma en la que quiero morir... tracey emin


Llevaba bastante tiempo reservándome para hablar de la magnífica retrospectiva de Tracey Emin que el Cacmálaga ha organizado y que permanecerá entre nosotros todavía un par de meses más. Mi pretensión era poder digerir todo lo que en ella me ha convulsionado y tras deglutirlo todo, regurgitar una declaración de admiración que echara por tierra los muchos devaneos con la frivolidad con que suelen etiquetar muchos a la artista. Sin embargo, y sin fuerzas todavía para acometer un texto tan prolífico, no podía dejar más tiempo sin comentar la pieza que ha permanecido más insistentemente en mis retinas -por aquello de que las retinas retienen- y, por añadidura, entre mis pequeñas obsesiones.

Se trata de un trabajo con un título algo turbador y que sin duda provoca fáciles encuentros en el imaginario personal: No es la forma en la que quiero morir, una instalación que reproduce una desvencijada montaña rusa truncada que parece empotrarse en el muro o emerger de él como una misteriosa atracción de feria. Uno no puede recorrer la obra sin viajar al mismo tiempo -y probablemente en un trepidante ritmo de sube y baja también- por una galería de fotogramas cinematográficos que han hecho llegar hasta nosotros sensaciones aterradoras o emocionantes descargas de adrenalina ligadas ambas a probabilidades catastróficas muy del gusto de ese cine teenager, que siempre dispone la famosa Rollercoaster en el vértice de los peligros posibles y como causa inevitable de la muerte. No será difícil que recordemos algunas de esas películas en las que la vagoneta descarrilaba y flotaba unos segundos en el aire, o bien se detenía en un altísimo punto de la estructura que dificultaba el rescate de los pasajeros.


La montaña rusa de Emin, It´s not the way I want to die, es en efecto el remedo de una de tantas rollercoaster que pulularon y todavía pululan por las ferias de Estados Unidos y, por extensión, los parques de atracciones de todo el mundo. De hecho, se trata de una visión muy particular de la montaña rusa de la feria Dreamland en Margate, una localidad turística costera al este de Londres donde Tracey Emin vivió con su familia tras el establecimiento del negocio paterno en ese lugar. En pocas ocasiones como en esta las obras de Emin se basan en algo que no sea una vivencia real, más bien en una experiencia onírica; la propia artista ha narrado cómo forjó la idea de esta gran escultura -algo más de ocho metros en su lado más largo y unos cuatro metros en su parte más alta- que sirvió en gran medida para establecer cambios de escala muy bruscos en una exposición celebrada en la famosa White Cube de Londres en el año 2005, When I think about sex.

Según palabras literalmente extraídas de sus propias declaraciones, esta obra debió constatar algo así como la expiación de un sueño malvado: "Soñé que iba montada en una montaña rusa en Margate cuando de pronto nos quedamos parados. A mi lado había un pene de treinta piés." Lo más surrealista del sueño deviene cuando la artista se salva del seguro incidente al descender por las rugosidades que propiciaban las venas del enorme falo de diez metros que se erguía junto a ella para devolverla a la vida. Algunos han querido ver en eso un cierto paralelismo con el cuento de las habichuelas mágicas, por no decir que todos han dado por sentada la conexión entre el órgano reproductor masculino de grandes proporciones y las frustraciones sexuales de la británica. No obstante, muy a pesar de conocer esta fabulilla -que siempre interesan en las hojas de sala- la pieza en sí y careciendo de la información complementaria es una instalación que articula el espacio de un modo extraordinario.

Emin nos deja recorrerla y casi penetrar en ella al describir un profundo meandro del recorrido de sus raíles entre el muro de la galería y la frágil construcción de hierro y maderas recicladas. De alguna manera, podemos describir visualmente -como cuando delimitamos con la mirada los extraños perfiles de las odaliscas de Ingres y creemos acariciarlas levemente- una fluctuación de curvas y contracurvas que, si traducimos al recorrido de las vagonetas, haría restallar esas maderas que apenas se sostienen y que adolecen de una inseguridad más que palpable. Dejarse envolver por la montaña rusa de Margate tiene algunas de esas cualidades que desprenden las esculturas de Cristina Iglesias o las coloristas celosías de Tobías Rehberger a partir de elementos modulares. Como en ellas, penetramos en el seno de la escultura y podemos vivenciar en paralelo exterior e interior, podemos escoger entre ser partícipes o mantenernos al margen, y ello incluso habiendo dedicido entrar.

Patrick Elliot ha querido comparar a Tracey Emin con el Ouroboros, un símbolo mítico de la antigüedad que representa a una serpiente que se muerde la cola, sin duda una representación de la constante renovación, la autosuficiencia o la infinitud. Según este autor también sería una metáfora del carácter de la artista, que se retroalimenta indirectamente ("Su vida se torna arte y su arte se torna vida" [1]). La montaña rusa de Margate, construida por Emin para plasmar probablemente una buena porción de miedos, no deja de ser al mismo tiempo una serpiente sin fin, que asciende y desciende por las contradicciones internas de la artista.

[1] ELLIOTT, Patrick. Convirtiéndose en Tracey Emin. Tracey Emin 20 años, catálogo de la exposición de igual título llevada a cabo en el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga del 28 de Noviembre de 2008 al 22 de Febrero de 2009.

15 ene 2009

rehistory I: irene andessner


I. A. Mozart(?) 2005-2006, de Irene Andessner; con reflejos de la obra de Pablo Alonso Herráiz.

No ocurre siempre que una exposición en una galería de Málaga resulte realmente excitante; contamos tan sólo con tres galerías dedicadas al arte contemporáneo en el centro de la ciudad (Alfredo Viñas, la más veterana; Javier Marín, con un currículum más que interesante a sus espaldas; y la sala de Isabel Hurley, con un futuro al parecer tan prometedor como su buen gusto en todos los sentidos), más una que desarrolla su actividad en el extrarradio (Gacma, que se instala en un polígono industrial y filtra por tanto muy mucho las visitas más o menos interesadas a una programación también sugerente.

En esta ciudad se ha dado un gran vacío durante años (¿décadas, probablemente?), y ha llovido mucho (es un decir) en el periodo en que Alfredo Viñas ha caminado en solitario en lo que al Arte Contemporáneo respecta. Málaga se está maquillando de modernidad mal entendida a costa de las cotas al alza que supone todo lo picassiano (como decía Rogelio López Cuenca, la picassización de Málaga y algo así como la malagueñización -interesada, añado yo- de Picasso); no obstante, ello ha conllevado al mismo tiempo una más lenta -aunque espero que segura- modernidad bien entendida paralela a la anterior y curiosamente compatible; será por aquello del cosmopolitismo, la indolencia endémica y otras virtudes de esta hospitalaria ciudad.

Volviendo a lo que nos ocupa: Me detengo a observar una exposición de galería desde la óptica que se aplicaría más bien al circuito no comercial de exposiciones. Es el caso de Rehistory, muestra abierta en la Galería de Javier Marín hasta el 24 de enero y que nos plantea si nos encontramos ante un magnífico curator o simplemente un inteligente galerista. Dejando a un lado los condicionantes físicos que quizá enturbien en algo el discurso de algunas de las obras (las piezas de Genovés se desplazan de las zonas de contemplación a las de tránsito y las de Tyler parecen encerradas en el sótano debido al acotamiento excesivo de la planta inferior), lo que más brilla a mis ojos es el hilo argumental de la propuesta, que juega con cartas de primer nivel y termina por proporcionarnos un jugoso entramado de narraciones históricas o metahistóricas.

I. A. Mozart (?) 2005-2006, de Irene Andessner.

Lo primero en subyugar es lo más seductor, que no obstante rezuma calidad y sofisticación a espuertas -mi amigo Juanito diría a chorros-. Me refiero al trío de piezas de Irene Andessner: Un par de fotografías y un vídeo en los que remeda ser Wolfgang Amadeus Mozart mediante un impresionante trabajo de caracterización y una impecable labor fotográfica. Andessner tiene la misma bizarra obsesión que encumbró a Cindy Sherman y que actualmente sostiene a Yasumasa Morimura en la cresta de la ola; autorretratarse hasta el paroxismo y meterse por tanto en el pellejo de una multitud de personalidades que van desde la Virgen María hasta Madonna pasando por el mismísimo Mozart. La Sherman lo hace en otro orden de cosas, para subrayar carencias y evidenciar dramas, y Morimura pare encarnar otra cruzada más del choque de culturas. Andessner, por su parte, parece más interesada en reinventar la historia -que fue escrita por hombres, al parecer también pintada por hombres y en la que los hombres pintados constituyeron la verdadera galería de ilustres que todos recordamos- y aportar una nueva visión deliciosamente feminista.

Y ya que el verdadero feminismo, el más hermoso, consiste en hacer justicia, las piezas de Irene Andessner -que no exhiben resentimiento alguno- fluyen en una cadenciosa armonía que apenas sugiere el cuestionamiento de los patrones establecidos; más bien los complementa sin zaherir.

La pieza de videoarte expuesta es una especie de videoclip enmarañado pero perfectamente tejido que va sorteando la figura de Mozart a cuenta de destapar el making off de su trabajo fotográfico; allí es donde sus identidades de mujer artista y músico sobre el que planean una serie de dudas conviven. Y lo hacen mediante una secuencia rítmica más que interesante, con briznas de Rock and Roll y champagne, lo cual nos lleva inmediatamente a la Maria Antonieta de Sofía Coppola -lo cual, por supuesto, me deleita-.

Vean más en www.andessner.com

12 ene 2009

so broken


Cuando descubro algo realmente bello me cuesta trabajo admitir que probablemente llevaba tanto tiempo ahí, esperándome, y sin embargo no me había percatado de ello. En el caso de la música, siempre lo tengo un poco más difícil, porque suelo estrechar mucho el cerco de lo que me gusta, y me cierro en banda a dar oportunidades a cosas que a primera vista me suenan corrientes. No soy asiduo de programas de radio ni me pongo al día de ningún otro modo que no sean las recomendaciones. Todo lo contrario que con las artes plásticas, entre las que no me cuesta trabajo gastar mi tiempo en navegar por la marea de información hasta dar con cosas interesantes. Hoy Rafa, en una de esas tardes domingueras en las que en principio planea la sombra del juego y al final se acaba charlando y punto, muy al contrario de aquello a lo que nos tiene acostumbrados (suele hacernos escuchar temazos en su terminal nokia que no buscaría jamás), ha sentenciado solemne algo así como que íbamos a escuchar algo realmente artístico. Muy escéptico, he prestado atención mientras olfateaba rápidamente en youtube. Y la verdad es que no esperaba gran cosa, pues la anterior recomendación, según creía recordar, era algo así como los Hidrogenesse cantando te estoy amando locamente, un imposible que, la verdad, no sé si se ha producido o lo ha soñado (tendré que investigar porque parece divertido).



Apenas unos segundos después, allí estaba la chalada de Björk -que he amado profundamente y he aborrecido profundamente en estadíos alternos- maquillada de una manera surrealista -casi una máscara Kabuki- y vestida con una suerte de camisón rosa de superheroína venida a menos -provista de capa-, haciendo unas extrañas muecas casi imperceptibles y un bailecito mínimamente arrítmico con el trasfondo de la guitarra de Raimundo Amador. Antes de terminar de escucharla, yo ya estaba haciendo una búsqueda rápida en mi pantallita de bolsillo y reconstruyendo la historia:

Uno de esos fans terribles que parece que sólo existan en los thrillers norteamericanos, un obseso enamorado de Björk hasta las trancas, decidió acabar en 1996 con la vida de ambos en una especie de lenta y alevosa venganza por lo que consideró el ultraje de que la cantante islandesa mantuviese una relación amorosa con un hombre negro, además de por sentirse ninguneado al no haber obtenido respuesta de ninguna de las cartas que le escribió. Ricardo López, el uruguayo de 21 años que protagoniza esta escalofriante historia, se filmó a sí mismo preparando un explosivo de ácido sulfúrico para la cantante, a la que se lo haría llegar encubierto bajo la apariencia de una oferta cinematográfica; asímismo, también grabó todos los detalles de su propia muerte, incluída la compra del arma, descerrajándose un tiro en la boca tras confesar que estaba obsesionado con ella.

La artista confesó que, tras conocer el suceso (la bomba fue interceptada por Scotland Yard), sintió la necesidad de retirarse y escribir la canción. Así que esta composición desgarrada y que posee la magia de lo jondo del flamenco se pergeñó en Andalucía, lugar escogido por Björk para el temporal exilio, lo que sin duda se percibe en los arreglos del tema.

Yo desconocía que aparte del Greatest Hits -que atesoro entre mis cedés- se había publicado esta canción entre otro asuntos bizarros en un disco de 2003 bajo el nombre Greatest B sides and Rare tracks. Sólo la carátula es ya muy expresiva: Un negativo de los dibujos en blanco y negro del merchandising de aquellos años. Ahora me queda descomprimir el archivo recién descargadito de la Red, introducirlo en el reproductor y exprimir esas diecisiete canciones con fruición.

11 ene 2009

me gusta lo que hace... aya rosen

Penthouuse June 1972.04, en mi colección

Me topé con la obra de Aya Rosen, como tantas otras veces descubro cosas agradables, en Flickr. Quizá sea el mejor o uno de los mejores sitios sociales por aquello de que permite múltiples maneras de conexión por las cuales dos personas pueden comprobar sus afinidades; por supuesto, en lo que a imágenes se refiere, ya sea fotografía o arte digitalizado por medio de fotos o escáner. Desgraciadamente, Lilly1975 -identidad que utilizaba Aya Rosen- dejó de estar activa en esta página, hecho que no entendí y desde un principio vinculé a algún tipo de exigencia por parte de la galería que la representa desde hace relativamente poco tiempo: Vespine Gallery, en Chicago (curiosamente, ella narró en el pie de foto de alguna imagen cómo los responsables de esta galería habían visto su obra a través de la web y por ello se mostraban interesados en organizarle una primera muestra a nivel profesional) -www.vespine.org-. Más tarde he descubierto que ha puesto en funcionamiento otra cuenta de Flickr, esta vez con su propio nombre: flickr.com/ayarosen. Desde allí, la artista ha podido explicar que en realidad cerraron su anterior cuenta los responsables de Flickr, debido probablemente a algún tipo de bloqueo masivo -he entendido a duras penas una larga explicación en inglés, y parece ser que algún exnovio de alguna de las modelos que posaron desnudas se tomó la justicia por su mano y no paró hasta ver borradas esas imágenes conflictivas de la web de Aya Rosen.

Nimiedades al margen, decir que esta artista describía en su perfil que procede de Israel aunque se ha afincado definitivamente en Nueva York, desde donde gestiona su arte mediante internet y del que pretende vivir -según contaba- gracias a diversos sitios de autopromoción, paginas en la red desde las que se podían comprar pequeñas piezas por precios más que módicos, humildes.

No dejo de tener una imagen bastante nítida de ella, por el retrato que había construido en mi mente a partir de las particulares descripciones de las imágenes que compartía y que desde hace sólo unos meses no pude releer. Siempre que observo los dibujos que le compré durante el año pasado, recuerdo que, tal y como aseguraba, los hizo en un Starbucks -donde al parecer pasaba mucho tiempo- rodeada de gente diversa y muy observada por una niña pequeña a la que también se le antojó dibujar.

Aya Rosen utiliza sobre todo el pequeño formato, es una enamorada del papel -trabaja sobre algunos muy diferentes y valora especialmente sus cualidades texturales- y suele aplicar en ellos tinta gracias a un finísimo trazo de plumilla, así como deliciosas y líquidas veladuras de acuarela que a menudo gotean y chisporretean sobre la superficie como eyaculaciones. El erotismo es una constante en sus piezas que me sedujo desde el primer momento, de lo cual deduje cuáles serían de entre sus dibujos los primeros que caerían en mis manos:

Penthouuse June 1972.03, en mi colección

Penthouuse June 1972.01, en mi colección


Penthouse es una serie de dibujos cuyas imágenes están tomadas directamente de revistas de los setenta, y en ellos plasma un carácter pseudopornográfico bastante inusual en los tiempos que corren. Las salpicaduras de acuarela en tonos rojizos sugieren algún matiz sanguíneo que las unifica, lo cual siempre deriva en una extraña conversación con las personas que han podido ver estos trabajos al natural -siempre me divierto con la teoría de Elena, que se muestra más que convencida de que son algo así como las prostitutas asesinadas por Jack el destripador, aunque esas teorías siempre se desgranan al calor de algún etílico y risas-.

Penthouuse June 1972.02, en mi colección

Es muy frecuente en Aya Rosen el empleo del cuerpo femenino en ese erotismo natural , estilema que sostiene como la constatación de ella misma como un ser sexuado y consciente de todas las implicaciones que ello conlleva. De hecho, a menudo he visto algunos de sus autorretratos desnuda, acompañada o no de su chico. Y sería bastante recomendable que de alguna manera la rastrearan y encontrasen su vertiente artística fotográfica, muy interesante también y que de alguna manera ella omite en su web personal -www.ayarosen.com-.

Hoy he encontrado algo más sobre ella, el blog que mantiene activo desde enero de 2008 (y yo sin saberlo hasta hoy) y que pienso empezar a explorar poco a poco por si me depara eventuales sorpresas tan de agradecer: louchelab.blogspot.com. Asímismo, los Rosen (ella y su esposo Ned, también artista pero al que he prestado algo menos de atención hasta el momento) han creado una web donde promocionarán nuevos artistas: louchelink.com.

10 ene 2009

certamen andaluz de artes plásticas


He visto en la sala Rectorado del Paseo del Parque, a vuelapluma, la exposición que cada año presenta a los galardonados y seleccionados en el certamen andaluz de artes plásticas. Confieso que la ví con el desinterés de una mañana rara en la que visitamos belenes horribles -ya nadie se lo curra por estos lares- y paseamos junto a los puestecillos navideños que venden siempre los mismos pañuelos palestinos, los mismos atrapasueños y las mismas otras consabidas maravillas para regalar.

Llevaba a mi sobrina de casi ocho meses en brazos, una caterva de adultos cada uno con un tema de conversación -mi estupenda madre incluida- y un teléfono en ristre por el que Maricarmen me hacía planes de futuros inmediatos, visitas al Ikea y jolgorios varios. Entretanto, hube de husmear entre la paja y encontrar algunas cosas entretenidas:


El ciervo repintado de Marina Rodríguez Vargas, constelado de una miríada de vasos capilares y otras sanguinidades afines que se entreveraban con huesos y campos cromáticos algo coralíferos, que me recordaron lo fridakahlianos que se han vuelto los corazones que garabateo constantemente. Luego gracias a San Google he podido comprobar que sí, que ya había visto obra suya antes, en el Artium de Vitoria hace dos veranos, una especie de gran revólver pintado según una técnica muy similar y hacia la que ya disparé con mi terminal móvil para disgusto de las chicas de sala, tan adiestradas para la amonestación. El poder de la afinidad reconocida -cuando me siento reflejado en parte de los intereses de un artista, en este caso de las cualidades del recamado textural tan envolvente y postbarroco- me entretuvo, y conmigo a los allí presentes, que acabaron también -inevitablemente- por retratarse con el ciervo como si se tratara del pollino de bronce que hay en el parque.


Los vinilos silueteados de Carlos Aires, que llamaron la atención de todos y nos tuvieron unos minutos leyendo los adhesivos circulares que identifican a cada disco, tratando de adivinar alguna relación concluyente. Como suele ocurrir con esto del Arte Contemporáneo, despierta en todos más interés el cómo está hecho que otra cosa -con ese matiz de pequeño espectáculo o de reclamo consentido a la estulticia-, lo cual no hizo sino amplificar la sensación de jornada vacacional y despreocupada. Luego mi Anita del alma nos comentó algunas de las cosillas que sabe de su amigo Carlos Aires -que si vuelve a etapas pasadas y tal-, del que ya ha escrito en alguna ocasión, lo que ha incitado mi curiosidad de nuevo; para regocijo de mi paladar y mi memoria, he constatado que también pude ver In the glass darkly -otra obra de Aires- en aquella misma exposición del Artium. ¿Casualidad?


Por último, encontrarme -y fue un encuentro muy grato- con la obra modular de Antonio R. Montesinos, al que conozco personalmente y cuyas piezas, estas y otras, me recuerdan constantemente lo embebidos que andamos por las redes sociales y otros laberintos de enlaces invisibles en los que nos encarta perdernos y hallarnos. Siempre obsesionado con realizar una especie de mapa sinestésico del mundo, de estas y otras paranoias, de las conexiones que se establecen desde la pantalla callada de cada uno. Observo esos círculos en forma de rosetón, diagramas clarificadores de los lugares a los que estamos enganchados y por los que pasamos, y me recuerda que tengo varias direcciones de correo y múltiples sesiones de usuario -por ende, múltiples contraseñas que no sé cómo consigo recordar-, varios espacios virtuales que, como también dice mi amiga Anita, puede que nos sobrevivan y nadie consiga cerrar o ultimar en el futuro. Montesinos me muestra el abismo informático al que nos hemos subyugado.

Después los vinitos en el Café Negro y un buffet chino apabullante nos tumbaron a todos, haciendo también que se relativicen las reflexiones engoladas.

Hoy escribo de esta manera deslavazada, a horas inhóspitas y sin criterio de estilo alguno, por ello mis disculpas. Pero es que he salido de una película de Clint Eastwood que dejaba demasiados cabos sueltos -y eso que yo quería ver Milk-, más descontento a medida que charlaba de camino a casa y con el agravante de un frío rarísimo que aventura más labios deshidratados y más nudillos enrojecidos.

9 ene 2009

exvoto 008092700


Peonías bocaabajo exhalando la vida última. Una de las ofrendas votivas del amor.

Como estos dibujos están completamente troquelados, cuando enseño éste en su posición correcta quien sea siempre las vuelve del revés (o sea, coloca las flores hacia arriba en una visión natural), y entonces tengo que explicarlo un poco. Con lo regular que me siento cuando se me pregunta en directo y a bocajarro el porqué de mis cosas, por aquello de que me limito a fabricarlas y espero que los demás se detengan en saborearlas.

Me gusta esa sensación de que arrojamos al mundo más objetos sin una función práctica, y la de que esos objetos pueden hablar por sí solos.

No obstante, me contradigo humanamente y cuando blogueo me obligo (qué juego de sílabas tan gutural) a especificar un poquito y llenar vacíos y evitar silencios. Por alguna extraña y misteriosa razón que no pienso explorar.

8 ene 2009

walter martín y paloma muñoz


Si algo me caracteriza es el despiste. Por añadidura, la Navidad, como a muchos, me desarticula y me convierte en un ser compulsivo que sólo piensa en redecorar su vida y abandona la mayoría de sus hábitos cotidianos, entre los que se encuentran actualizar sus redes sociales o consultar el correo. Hoy, por ejemplo, he leído mi primer periódico de 2009. Así las cosas, no es de extrañar que haya abierto hace sólo unas horas el sobre en el que he recibido la invitación de la galería Isabel Hurley para visitar la exposición de Walter Martín y Paloma Muñoz. Aún no la he visto, pero he rememorado con alborozo la vez primera en que pude disfrutar de sus fotografías y pequeños dioramas encapsulados en fanales, en ARCO. O la ocasión en que escribí sobre ellos para lafresa.org.

Este es el texto que les dediqué en el verano de 2007, a propósito de una muestra en la Universidad de Alicante. Me apetece poder contraponerlo a lo que escribiré aquí cuando tenga la oportunidad de llegarme por la deliciosa galería. Lo que espero que ocurra en breve, dependiendo mucho de las clemencias o inclemencias del tiempo -que ahora mismo nos tienen sometidos a un frío extraño, tras las cálidas navidades en que hemos podido pasear a cuerpo gentil-.


Si uno ya ha visto el arte de Walter Martín y de Paloma Muñoz, se habrá habituado a un cierto gusto por la ironía dramática. El arte-concepto por el que han manipulado objetos reales o fabricado otros inexistentes desembocó casi siempre en un tipo de arte que quería bromear sobre nuestra capacidad para dar las cosas por sentadas. En cualquier caso, prácticamente en todo momento han conjugado brillantemente una iconografía hasta cierto punto surrealista, que nos llevaban a estampas oníricas y desde luego impactantes. Esta vez han sido mucho más sutiles. No sólo han establecido un parámetro de trabajar con proporciones minúsculas -diminutas miniaturas de modelismo sumergidas en burbujas de cristal con agua y nieve artificial-, también han refinado sus iconos para describir sensaciones dramáticas con más enigmas y más preguntas sin responder:

¿Qué ocurrirá tras el encuentro entre la pequeña niña -camino de casa desde el colegio, tal vez perdida, tal vez en una situación embarazosa cuanto menos- y el señor anciano y obeso que la espera plácido? ¿Encontrará el lobo a la chica que parece esconderse tras el árbol ceniciento? ¿Quién querría ocultar un cuerpo humano en un túnel bajo la nieve? ¿Por qué danzan en un cementerio?

Cada uno de los interrogantes parece extraido de la sinopsis argumental de una película de cine negro. Nuestros artistas han abandonado dichas historias a unos títulos más que equívocos y escuetos (la palabra "traveler" acompañada de una numeración es como llaman a todas las de esta serie), que apenas plantean si el viaje de estos personajes es trascendente, a dónde les lleva...

En esos fanales transparentes en donde el arte siempre hallará una cierta movilidad -el agua temblorosa ante cualquier mínimo espasmo sísmico, la nieve falsa y pequeña que oscilará en un pequeño balanceo...-, encontramos secuencias de historias que, de ser desarrolladas, podrían encontrar su todo fílmico.


A ello contribuye una cierta ambientación: Todas parecen ocurrir de noche, tal y como especifican en algunos títulos ("traveler at night"). Al fotografíar sus pequeñas esculturas, Martín y Muñoz han establecido unas pautas comunes de trabajo; el fondo negro, la insistencia en los reflejos del cristal enclaustrador y el detenimiento de una nieve en puro caer. Hay un evidente interés por el fotograma, congelar el instante de una historia que ocurrió de veras.

Una de las cosas que más extrañamiento producen y al mismo tiempo atraen y subyugan, es, precisamente, ese afán. No sabría si preferir una de las esculturillas -una burbuja de cristal con su escenografía y su agua y nieve siempre inmóviles- o una de las fotografías -con esa magia de enfoques y desenfoques conscientes y esos diferentes grados de concisión que toda buena fotografía debe poseer.

Pequeñas películas envasadas con tacto exquisito.


www.martin-munoz.com


1 ene 2009

nochevieja


Y un año más, todo salió bien.