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Volver a mirar a la cara al blog, o abrirse uno, es bien típico de la entrada de año. Sobre todo para los que tenemos muy asumido que jamás seremos suficientemente constantes para tener la armonía estílistica necesaria al escribir un libro. En un blog la anarquía cronológica y el apetito instantáneo todo lo perdonan. Y no está mal romper algunas reglas, escritas o no, como las que me perturban y no me dejan actualizar bitácora, tal que aquella de empezar siempre con una imagen.
Que anda uno siempre pensando en aquello de la coherencia, el sentido, la uniformidad y tal y cual. Todo cierto. Pero qué bellos son los retruécanos (nunca estaré lo bastante agradecido a la persona de que aprendí esta palabra) y los giros inesperados, al menos a veces. Hoy, vagando con pereza por facebook, leo la frase un poco autoayuda de una amiga segunda (amiga de amigos); suelo abominar el estilo Paulo Coelho, y ello reconociendo que hay una sencilla y contundente beldad en parte de lo que me ha llegado. Pero soy de leer otras basurillas menos reconfortantes, eso no se puede remediar. La frase es como sigue:
La iluminación consiste en entender que no hay ningún sitio adonde se tenga que ir, nada que se tenga que hacer, ni nadie que se tenga que ser. Excepto, precisamente, quien uno está siendo en este momento.
Y yo voy a aplicarme el parche, por toda la cara, porque es lo que me apetece.
1 comentario:
Es cierto, la bitácora es el sucedáneo del que echamos mano los que quisiéramos pero somos incapaces de escribir un libro.
Es anárquica, espontánea y dispar en cuanto a sus contenidos, irregular en cuanto a su aparición... Es el libro que nunca escribiremos.
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