Agustín Sciannamea se levantó una mañana constatando que Ella no estaba en casa (al parecer deambulaba por una feria, y no especificó si era una de esas megalómanas de arte o de esas otras con atracciones y chucherías). Al encontrarse solo en casa, decidió construir una suerte de jardín de esculturas en su honor; ante los muros de un blanco nuclear dispuso complejas instalaciones trufadas de objectstrouves y detalles personalísimos que aportaban tufillo autobiográfico al asunto. La sentencia posterior es elocuente: sólo el registro fotográfico sabrá distraer a las arenas del tiempo.
Admirable el grado sugerente y exquisito del homenaje, dado que hubo de poner la casa patas arriba y remover Roma con Santiago para finalmente encontrarse con los fantasmas de su inspiración. Después de tamaña osadía, Él prometió ofrecerse a sí mismo como sujeto/objeto a ser intervenido. Pero esa sería otra historia, que nos es velada, de la cual nunca tuvimos noticias.
Me topé con estas instalaciones ficticias en su flickr personal.
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