Así, en general, me gusta lo que hace. Estas pinturas a medio camino entre el arte callejero y el cuadro en la galería, con su poquito de spray, de acrílico y hasta de lápiz. Con el frágil elemento encontrado de la madera que asoma por abajo o el cartón que utiliza de vez en cuando. Me atrapa por su gama cromática, tan ácida y que me es tan afín; por su concepción espacial de lo abstracto -que no obstante, se oculta tras una leve gestualidad-. Y por su honestidad. Principalmente. Joven, desconocido y brasileño, Guilherme Callegari hace algo tan inhabitual e inesperado como describir a fondo sus influencias en el perfil personal que posee en flickr. Como si no tuviera nada que esconder.
Puedes echar un vistazo a sus trabajos aquí.
Por cierto. Me siguen gustando, y mucho, Ingo Giezendanner y Jon Burgerman. Cada uno en su rollo.
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