1 ene 2004

Gerhard Richter


Gerhard Richter practica sugestivamente la autodestrucción; se vulnera y autoinflinge el daño, y termina por gustarnos precisamente por eso. Privarnos de aquellos cuadros suyos que destruyó allá por los sesenta, que generaron un estrecho círculo de reliquias supervivientes, puede entenderse a un tiempo como herida o como un gesto benevolente hacia el público. Ese hecho mismo del arrepentimiento de lo ya pintado me conmueve; nos fascina el misterio de un arte desconocido para siempre y nos sitúa en una posición única.

A lo largo de su trayectoria, si bien practicando ejercicios de estilo (Richter niega todo estilo, ama fervientemente todo lo que no lo tiene), ha embarrado en aparente descuido imágenes que reproducían fotográficamente otras imágenes antes proyectadas sobre su lienzo. Bajo un gesto preciso y uniforme, ensució de colores ajenos las primorosas estampas de quietud que previamente había creado. ¿Estaba autodestruyéndose?

A un tiempo parece aprobar las imágenes exactas de realidad y las abstracciones virulentamente agredidas por otras abstracciones más poderosas que consiguen imponerse. El juego de capas, sencillamente, nos habla del interesante asunto de la autonegación o autoafirmación, según quiera entenderse.


Exposición Gerhard Richter en CACMálaga. Del 16-01-04 al 18-04-04.


Publicado originalmente en lafresa.org, 2004.



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