Si uno ya ha visto el arte de Walter Martín y de Paloma Muñoz, se habrá habituado a un cierto gusto por la ironía dramática. El arte-concepto por el que han manipulado objetos reales o fabricado otros inexistentes desembocó casi siempre en un tipo de arte que quería bromear sobre nuestra capacidad para dar las cosas por sentadas. En cualquier caso, prácticamente en todo momento han conjugado brillantemente una iconografía hasta cierto punto surrealista, que nos llevaban a estampas oníricas y desde luego impactantes.
Esta vez han sido mucho más sutiles. No sólo han establecido un parámetro de trabajar con proporciones minúsculas -diminutas miniaturas de modelismo sumergidas en burbujas de cristal con agua y nieve artificial-, también han refinado sus iconos para describir sensaciones dramáticas con más enigmas y más preguntas sin responder:
¿Qué ocurrirá tras el encuentro entre la pequeña niña -camino de casa desde el colegio, tal vez perdida, tal vez en una situación embarazosa cuanto menos- y el señor anciano y obeso que la espera plácido? ¿Encontrará el lobo a la chica que parece esconderse tras el árbol ceniciento? ¿Quién querría ocultar un cuerpo humano en un túnel bajo la nieve? ¿Por qué danzan en un cementerio?
Cada uno de los interrogantes parece extraido de la sinopsis argumental de una película de cine negro. Nuestros artistas han abandonado dichas historias a unos títulos más que equívocos y escuetos (la palabra "traveler" acompañada de una numeración es como llaman a todas las de esta serie), que apenas plantean si el viaje de estos personajes es trascendente, a dónde les lleva...
En esos fanales transparentes en donde el arte siempre hallará una cierta movilidad -el agua temblorosa ante cualquier mínimo espasmo sísmico, la nieve falsa y pequeña que oscilará en un pequeño balanceo...-, encontramos secuencias de historias que, de ser desarrolladas, podrían encontrar su todo fílmico.
A ello contribuye una cierta ambientación: Todas parecen ocurrir de noche, tal y como especifican en algunos títulos ("traveler at night"). Al fotografíar sus pequeñas esculturas, Martín y Muñoz han establecido unas pautas comunes de trabajo; el fondo negro, la insistencia en los reflejos del cristal enclaustrador y el detenimiento de una nieve en puro caer. Hay un evidente interés por el fotograma, congelar el instante de una historia que ocurrió de veras.
Una de las cosas que más extrañamiento producen y al mismo tiempo atraen y subyugan, es, precisamente, ese afán. No sabría si preferir una de las esculturillas -una burbuja de cristal con su escenografía y su agua y nieve siempre inmóviles- o una de las fotografías -con esa magia de enfoques y desenfoques conscientes y esos diferentes grados de concisión que toda buena fotografía debe poseer.
Pequeñas películas envasadas con tacto exquisito.
www.martin-munoz.com
EXPOSICIÓN Museo de la Universidad de Alicante. Hasta el 16/07/04.
www.mua.ua.es
Publicado originalmente en lafresa.org, 2004.
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