Exposición NuevaSpaña. Galería Casaborne, Antequera (Málaga). Callejón de la Gloria, 1. Hasta 15/06/06
Miguel Pueyo se ríe de las sentencias solemnes acerca de la inminente división del Estado Español. Ante la jauría de voces tremendistas, más preocupadas por el carácter sagrado de las palabras –ahora le toca el turno a nación, nacionalidad, realidad nacional y otras derivacioncillas de nuevo cuño; ayer fue el sacrosanto vocablo matrimonio…- que por el carácter sagrado de las personas y sus vidas, Pueyo despliega una imposible cartografía de pueblos en desencuentro. Una NuevaSpaña –como él la denomina- en la que virtualmente (en una especie de futuro irreversible al que podríamos temer) Cataluña, el País Vasco y Galicia han sido, literalmente, borradas del mapa. Surge con este dibujo digital una perspectiva de nuevos horizontes –desde la hoja de sala de la exposición se bromea con la cantidad de playas vírgenes que han brotado de un plumazo para regocijo de una nueva estrategia turística- pero, sobre todo, queda patente ante nuestros ojos la estulticia de muchos que se empeñan en venerar las banderas como nuevos santos en sus enhiestos altares.
Tendemos a subrayar las líneas que nos dividen y que, por ende, nos hacen diferentes. En esa competencia de locos, tal y como se plantea el panorama, hasta los andaluces deberíamos considerarnos una nación como Dios manda si no queremos seguir en tercera división. Pues lo importante, como decía, son las palabras que nos meten en cintura y nos resetean hasta dar lugar a una nueva memoria histórica-histérica. Cualquier día reivindicamos el Reino Nazarí de Granada, sus banderas y blasones, y así en esta tierra de nadie, y con Picasso y Antonio Banderas como escudo, nos inventamos un paisito digno de, por lo menos, Eurovisión.
Quizá sea Zulo, obra en DVD, tanto más estética como fría a nuestros ojos. Por la impecabilidad de su fotografía y el cuidado de la imagen, e incluso de el trabajo actoral del personaje encerrado. No sé si supera la experiencia ya vivida por el artista en 2004, cuando reprodujo las condiciones de habitabilidad de un zulo en un centro cultural de Salou. Pude leer en unas palabras suyas que había esperado demasiado del arte como removedor de conciencias, toda vez que apenas cincuenta personas de mil quinientas se prestaron a ser secuestradas un mínimo de diez minutos para experimentar alguno de los síndromes del secuestrado. La gente, tan apática, pasa por la exposición en apenas cinco minutos y se va, claro, no ve el sentido de participar en algo así.
Publicado originalmente en lafresa.org, 2006.
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