Ponerse ante la sala en blanco, el espacio vacío, era un doble reto. De un lado, para constatar si podía poner en práctica algunas de las cosas que había aprendido en aquella asignatura de Museología de la carrera, de la que creo haber entresacado las ideas más útiles de las que me han sido recurrentes. De otro, para responder al interrogante de si el despliegue de mis obras funcionarían en ese o cualquier otro lugar.
Mi pulcritud organizativa me tenía acostumbrado a observar las piezas de dibujo enfundadas en acetatos transparentes para no dañar el papel; mis problemas de espacio no me suelen permitir mucho despliegue de las obras por las paredes de casa, y es frecuente que tenga que hacerme una idea de las composiciones en que trabajo gracias a un poco de photoshop y un mucho de imaginación. Así que poder contemplar este tipo de obra -es la primera vez que se exponen mis dibujos, en otras ocasiones he exhibido trabajos artísticos de otras técnicas diferentes- en una Galería de Arte suponía una experiencia en toda regla.
Tenía claro que el montaje debía expresar un correlato de las piezas, es decir, que interpretase en cierta medida la fragilidad y el dolor que venían encerrados en ellas. Así que la opción de anclarlo todo con alfileres fue la primera y definitiva manera de afrontar la muestra. Luego un tipo de iluminación algo sesgada, forzando la verticalidad, dibujaría sombras muy interesantes sobre el muro.
Mi pulcritud organizativa me tenía acostumbrado a observar las piezas de dibujo enfundadas en acetatos transparentes para no dañar el papel; mis problemas de espacio no me suelen permitir mucho despliegue de las obras por las paredes de casa, y es frecuente que tenga que hacerme una idea de las composiciones en que trabajo gracias a un poco de photoshop y un mucho de imaginación. Así que poder contemplar este tipo de obra -es la primera vez que se exponen mis dibujos, en otras ocasiones he exhibido trabajos artísticos de otras técnicas diferentes- en una Galería de Arte suponía una experiencia en toda regla.
Tenía claro que el montaje debía expresar un correlato de las piezas, es decir, que interpretase en cierta medida la fragilidad y el dolor que venían encerrados en ellas. Así que la opción de anclarlo todo con alfileres fue la primera y definitiva manera de afrontar la muestra. Luego un tipo de iluminación algo sesgada, forzando la verticalidad, dibujaría sombras muy interesantes sobre el muro.
Finalmente, todo consistía en hacer una correcta distribución de las series y producir algunos silencios elocuentes en el tránsito de una obra a otra, dejando algunas piezas hablar en solitario. Para ello fue fundamental el instinto de Guillermo Martín Bermejo, también artista y coordinador de exposiciones en este momento de la B&B Galerie de Basel, Suiza, quien me proporcionó su experiencia en el montaje de exposiciones en otras galerías y me propuso alternativas expositivas que resultaron más que acertadas. Una vez allí, me deshice un poco de algunos pensamientos encorsetados sobre el concepto de exposición que tenía en mente, y dejamos que el resultado fuese mucho más orgánico, algo mucho más razonable y consecuente con las obras.
Ver más fotografías del montaje de la exposición en flickr.
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