A veces la semántica del arte es dura, puede resultar gélida y distanciada. Las personas que me acompañaron a visitar la propuesta de José Noguero vieron a duras penas poco más que unas ramplonas piezas diseminadas por un espacio neutro.
Hube de recurrir a la ficción del cuentacuentos, que les situó en un paisaje acuatico que imaginaron con un diminuto esfuerzo: el suelo industrial continuo del centro de arte reflejaba los palafitos como el agua turbia de una laguna estigia.
Luego les hablé de un ermitaño que recordaba de una reciente película oriental (primavera, verano, otoño, invierno... y primavera). Alguien que habitaba sobre una plataforma flotante desprendido de todo lo superfluo.
Miraron al huraño individuo en la canoa-hogar, los modestos embarcaderos, las bolsas que contienen casi lo imprescindible, las cajas cúbicas que sólo guardaban aire.
No me creo tan genial como para trastocar las conciencias y conseguir que vieran las cosas de otra forma, en el fondo seguían preguntándose sobre la artisticidad de aquellos sencillos objetos.
Eché en falta el album de viaje de José Noguero, con sus coloridas instantáneas de la India o Brasil, donde la pobreza se mascaba y sería más que difícil, desde nuestra perspectiva acomodada, alcanzar un ápice de esa filosofía que observa la vida desde la menor materialidad.
Exposición Vâstu, de José Noguero. Hasta el 27 de marzo de 2005, cacmálaga.
Publicado originalmente en lafresa.org, 2005.
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