En la marea convulsa con la que jadea ARCO, no sólo es difícil moverse sino ver y encontrar. Los confines del llamado programa general (la nómina de galerías seleccionadas) acotan una suerte de mercadillo en la que todo consiste en reconocer, por premisas de común acordadas, esta o aquella firma.
No obstante, la edición dos mil ocho, particularmente entregada al cambio, nos ha deparado el acierto de mostrar en un solo espacio -el pabellón 14/1- todos aquellos ámbitos entregados a la experimentación, facilitando el hallazgo y destilando lo especial. Centrando dicho ámbito, Brasil –el país invitado- funcionaba como una única exposición, debido a que los comisarios han seleccionado a los artistas y después a las galerías que los representaban; además, una diáfana forma de eliminar ciertos tabicajes habituales entre los stands proporcionaba cohesión y fluidez.
Pero, sin lugar a dudas, el fuerte de esta feria ha estado en las secciones Solo Projects y Arco 40 (esta última de nueva creación). En ambos casos se trata de potenciar la emergencia de artistas y proyectos de características singulares, mediante la presentación del trabajo de un artista en solitario (Solo Projects) o de la selección de la obra reciente de tres artistas por galería, a presentar en un espacio reducido (Arco 40). Ese tipo de estrategias del espacio facilitan, por ejemplo, que se aprecie la eclosión del dibujo –un medio revalorizado con creces en la edición que nos ocupa- o el aprecio de lenguajes más poéticos y sutiles que se perderían en el marasmo de arcos anteriores.
Para algunas galerías supone la brillante oportunidad del debut en la feria madrileña mediante una puesta en escena que diverge bastante del consabido concepto de stand; es el caso de Museum 52 (Londres), que exhibe con orgullo el ampuloso y refinado trabajo del estadounidense Valerie Hegarty –ya reconocido por la Saatchi Gallery como creador imprescindible para comprender la contemporaneidad- y su visión no tan deconstructiva como aniquiladora de los tesoros del arte. Hegarty instala piezas fácilmente asequibles por la mirada del merodeador de museos, sometidas a un proceso de degradación que puede provenir de diversos focos –el fuego, la polilla, la inundación o el disparo de artillería-. Originando una sucesión de inquietudes en el observador, que contempla como el mismo espacio expositivo sufre o genera los daños, se resuelven unas pocas incertidumbres mediante intrahistorias que se nutren del subconsciente colectivo, al tiempo en que se piensa en otras visiones apocalípticas, como los últimos museos inundados de La Chapelle.
Finalmente, hemos encontrado especialmente interesante la propuesta de la malagueña sala JM, con una acertada selección de trabajos de Irene Andessner, Iván Pérez y Carlos Schwartz. En sendos casos se produce una nueva mirada al concepto de representación estética, tratando de arrojar luz sobre la exploración y el cambio. Hemos querido subrayar particularmente una de las obras expuestas de la vienesa Irene Andessner, Maternoster, planteada en torno a un vídeo y una cuidada serie fotográfica que resume de un modo esclarecedor toda la acción. Andessner utiliza un viejo elevador paternoster –una tipología de ascensor ya en desuso que consiste en un una cadena de compartimentos abiertos, habitualmente diseñados para dos personas, que se mueve lentamente sin detenerse en un bucle ininterrumpido hacia arriba y hacia abajo-, aún en funcionamiento, para desarrollar la singular performance, que fue emitida en directo mediante la red internet y grabada en vídeo.
Andessner, habituada a una camaleónica introspección mediante el recurso retratístico contemporáneo, asumió cuatro diferentes roles –figuras maternales míticas- y se caracterizó como Alma Mater (la diosa madre romana), la virgen María (imagen cristiana del papel femenino de la renuncia), Madre coraje (encarnada en Anna Fierling, que para mantener a sus hijos mercadeaba en la guerra) y Madonna Louise Veronica Ciccone (la cantante italo-americana que ha personificado los iconos femeninos encontrados de la virginidad y la liberación sexual). Subía o bajaba en el ascensor con viandantes anónimos con los que apenas interactuaba, y consiguió profundizar en una sugerente subversión de los valores masculinos dominantes, toda vez que mutó la nomenclatura del elevador de la jefatura de la federación de la industria austríaca, evidenciando la preeminencia viril en el mundo de los grandes negocios. La obra enfatiza el interés de la artista por los tableaux vivant –retablos vivientes- del pasado, y nos enfrenta a una visión esclarecedora de las desigualdades de nuestros días.
Sin lugar a dudas, el criterio tenido en cuenta para promover las iniciativas de Solo Projects y Arco 40 inciden en las posibilidades de presentar proyectos más amplios y no tanto en la tendencia comercial tan recurrente de exhibir obra suelta, en definitiva hacer visible lo que a veces resulta invisible. Un hábito que debe proliferar, y que podría ser la alternativa para una feria a la que le sobra presencia institucional. Encontrar los ámbitos adecuados para cada actividad, en resumidas cuentas.
2 comentarios:
me acuerdo de todo esto... qué bien lo pasamos... este año, Arco tuvo que arrancar sin mí (no sé cómo pudo hacerlo...jejeje)
Un besín!
cariño, la actualización de papel, no se puede ver...
te aviso pq me apetecería leerla...
;)
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