15 nov 2006

La Estrategia del Calcetín


Exposición

La estrategia del calcetín [the sock strategy].
Centro Cultural El Monte, Sala Villasís.
Sevilla, 04 octubre 06/ 30 noviembre 06
Comisario: Iván de la Torre Amerighi


El misterio de la transustanciación: Un objeto desprovisto del ámbito acogedor para el que fue previsto muda de piel y se convierte en nueva esencia; renace de manera forzada, es obligado a resistir el envite del temporal, aprende el lenguaje de signos para desenvolverse en el espacio extranjero, e, invariablemente, comienza a decir nuevas cosas.

Demasiadas veces el artista planifica concienzudamente su obra para el escaparate níveo; la imagina sosegada, acomodada a la planicie diáfana y mansa de la galería. Solicita para sus hijos un aire para respirar, lo que se traduce en metros cuadrados de muro libre y un encuadramiento lógico y asequible a sus dimensiones y pretensiones.

No es de extrañar que alguno de los artistas –y no es que haya escuchado a ninguno de ellos ni a ninguna de las voces amigas que presenciaron la premiére de la sonada exposición La estrategia del calcetín- se sintiese ninguneado (las obras están desasistidas de la santa cartela y obligadas a resistir la cornada de posarse sobre una piel rayana en el histrión)… Tampoco lo es que alguno de los curadores (los que curan, los que sanan el panorama cultural, los que inyectan la verdad en jeringas de toda la vida) cuchicheen mínimos exabruptos copa en mano y exhalen su indignación de forma discreta al contemplar el desbarajuste. Iván de la Torre Amerighi debe ser un hereje en todo caso, y un protagonista como ya han dicho algunos (pero prometo no haber oído nada). Hablo del comisario, que no del curador.

Sólo las señoronas –léase este término con todo el cariño posible- de una cierta edad pueden comprender el zahiriente papel de pared como lecho setentón sobre el que reposa (a duermevela, con inquietud, con desasosiego) una reunión de arte. Al fin y al cabo todos los artistas –andaluces, porque faltaron en la anterior Bienal dicen muchos- son de la misma quinta, nacidos bajo el signo de la transición, como sus hijos e hijastros. ¿Son todos los que están o están todos los que son? Esa es una pregunta que nos terminaremos haciendo porque la nómina es interesantísima y eficaz, y el margen de acierto/error de esta seleccción es mínimo. Entresacaré por mi gusto personal a la ebullición vital de Carlos Aires, la retratística punzante de Noelia García Bandera, el irónico juego interesantón de Carlos Miranda y la pintura siempre tremenda de Matías Sánchez. Y eso por resumir.

Al ver La estrategia del calcetín (the sock strategy, que suena fetén) me imaginé en aquella exposición memorable del Palais de Tokyo –Translation, junio de 2005- mediante la cual un par de diseñadores gráficos –M/M, sí, los que diseñaron carátulas de CD a Madonna y toda una cartelística valiente y voluptuosa- tuvieron carta blanca para reubicar –confrontar, recontextualizar, medir- la flamante colección de arte contemporáneo del también flamante colector griego Dakis Joannou. Y no dudaron en empapelar los diferentes espacios con sus diseños para configurar atrevidas escenografías que sirvieran de inusual telón para las obras. A muchos se les olvida el turgente adamascado que reviste las salas del Prado para acoger a Velázquez, y que el arte siempre se ha visto mezclado con la vida. O eso pensaba yo durante esta larguísima dictadura del contenedor límpido.

En esta estrategia –inadivinable para Andalucía y menos para Sevilla, el joyel de la Semana Santa y otros trasuntos del arte efímero- las obras se hermanan según un correlato que flota en el aire, más bien según varios microrrelatos (El elogio de la irreverencia, La subversión de lo real, El sujeto-objeto, Escenografías y máscaras, Esplendores cotidianos, Paisajes distópicos). Para salvar la necesidad de contar bien la historia, valgan las licencias poéticas de esquinar un cuadro a sangre con la pared o permitir (qué alegre sacrilegio bollante de clarividencia) que todo se refleje a vuelapluma sobre los cristales que resguardan las obras. Esa es la naturalidad de desear una manera diferente de ver y ser vistos.

Es el calcetín el que se ha dado la vuelta del revés, todo patas arriba según premoniciones adversas, y el aroma que ha macerado en su interior profiere un intenso narcótico del que no quiero desasirme. Valga también mi deseo; que sea la primera de otras muchas experiencias de ensayo. Que nos falta experimentación y nos sobran las políticas complacientes.


Publicado originalmente en lafresa.org, 2006.

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