21 abr 2010

El Pañuelo. Marjane Satrapi


Imagen de la Película "Persépolis", a partir del cómic original.

Teherán, 1989. En la Facultad de Arte se convoca a todos los estudiantes a una reunión de carácter obligatorio; una vez allí, los congregados comprueban que, una vez más, se les ha llamado para mostrarles el recto camino, mediante una conferencia sobre el tema "La conducta moral y religiosa". El núcleo del discurso gira otra vez en torno a la inapropiada vestimenta de las estudiantes, pues al parecer se maquillan, no cubren bien su cabello y llevan velos demasiado cortos, entre otras cosas. Ante la estupefacción de la audiencia, separada por sexos y más que habituada a discursos de ese cariz, una joven toma la palabra no sin cierta insolencia:

"[...] No duda en hacernos reproches, cuando nuestros hermanos aquí presentes llevan todo tipo de peinados y de ropa. A veces, llevan prendas tan ceñidas que se les puede ver el cuerpo. ¿Cómo es posible que yo, como mujer, no pueda sentir nada viendo a estos fornidos señores de arriba a abajo, pero ellos, como hombres, puedan excitarse por cinco centímetros menos de velo?"

Aunque llegué tarde a la lectura de Persépolis, quizá la mejor novela gráfica que haya caído en mis manos, queda de manifiesto tras su lectura que la vigencia de su narración la hace del todo recomendable en los tiempos que corren. La protagonista de la escena mencionada es la propia Marjane Satrapi, dibujante iraní que habla en primera persona durante absolutamente todas y cada una de las paginas de los apasionantes cuatro libros de los que consta esta saga.

Satrapi no es crítica en exclusiva con la cultura que la vio nacer; entre las vicisitudes por las que transcurre su vida, también da cuenta de muchos de los defectos evidentes en la cultura occidental, que asimismo pudo percibir en primera persona tras su estancia en diversos paises europeos, como Austria. Pero traduce con voz clara y lenguaje sencillo muchos de los pensamientos que pasaban por mujeres de su entorno, contrarias a la sumisión pasiva de la mujer pero acostumbradas a una vida de represión en diferentes fases y grados.

Viñetas del cómic "Persépolis".

En esta Europa de integración, más o menos afortunada, se habla de la presencia del hiyab islámico en las aulas o en el mundo laboral como un derecho a la libertad religiosa. Suele mencionarse que las féminas que lo portan desean llevarlo a la manera de un cálido refugio en su religión y no sin cierta nostalgia; casi siempre se alude a que es un acto de "sumisión a su Dios". No obstante, una visión nítida del asunto nos lleva a la comprobación de que ese grado de sumisión religiosa fluctúa y mucho en función del grado de avance en las libertades sociales de cada país. Una mujer no se vestiría del mismo modo en Jordania y Afganistán, por poner dos ejemplos muy distanciados.

Tampoco se suele recordar que el principal argumento de aquellos que defienden o imponen el uso del pañuelo en sus diferentes modalidades es el de que las protege de su propia belleza. Esto es, de las miradas lascivas de los hombres y sobre todo de aquellos hombres que no tomarán a la mujer en matrimonio. Creo firmemente en que la diferente manera de educar a los dos colectivos -el femenino y el masculino- en las comunidades musulmanas resuelve evidentemente en conclusiones como el deseo de cubrirse con velo, del mismo modo en que las mujeres de la posguerra española aceptaban sumisas su papel en una sociedad que les había privado de una parte del conocimiento y la información.

Imagino que no somos quiénes para decidir sobre el atuendo de otras personas, como las mujeres musulmanas que desean cubrirse con velo; pero sí tenemos la oportunidad de legislar acerca de cómo queremos educar a esos ingentes colectivos de ciudadanos, aún menores de edad, sobre tolerancia e igualdad. Y desde luego, bajo nuestra responsabilidad, de eliminar lastres que prorrogan la situación de una cantidad enorme de mujeres en un ostracismo cultural.







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3 comentarios:

ANA dijo...

Persépolis me cautivó desde el principio...
Hay que leer mucha novela gráfica de este tipo y reconocer la fuerza de sus creadores.

Así que déjame pensar "que una imagen vale más que mil palabras" y del regusto de tu lectura, me quede con una de sus muchas magníficas viñetas.

Besos

Bouganvilla dijo...

Desde mi modesta opinión comparto lo que dices, aunque como católica, me duele mucho lo que se dice a veces de la Iglesia. Supongo que a muchos musulmanes les pasará lo mismo. Creo que la solución siempre está en el diálogo y la tolerancia y no en hacer campañas mediáticas grotescas que, particularmente, me parecen cortinas de humo para ocultar cosas peores.

Juan Antonio Jaime dijo...

Muy bueno el post; estoy totalmente de acuerdp contigo. Por cierto, si nos visto Vals con Bashir te recomiendo que la veas. Habla de la guerra de Líbano y está en la línea de Persépolis o Jarhead.
Un abrazo.