
... O cuidado con ella, que es lo que realmente pienso.
Que tengan todos unas felices fiestas, que sepan a quién se tienen que arrimar para pasar buenos ratos y que en todo momento lo sepan regar con los caldos adecuados.










Ante el trabajo de este artista, ante el necesario desconocimiento de sus circunstancias, imaginaré un modus operandi escueto. No puedo vislumbrar la necesidad de un estudio ampuloso y bien iluminado, ni estanterías repletas de carpetas y botes de mezcla, como seríe deseable para un bonito reportaje en Descubrir el Arte, donde fascina esa escenografía falsa y retocada del artista. No. A riesgo de equivocarme, me parece que el taller de este dibujante no es sino su propia vida; es decir, le imagino coloreando con lápices alpino una de sus tablillas sobre las propias faldas, o bordando con hilo corriente una de esas livianas almohadas casi amodorrado en el sofá de su particular refugio. ¿Me equivoco probablemente?
Pero es un arte entrañable. En eso llegaremos a acuerdo. Una de las cosas que hace deseables las tablillas de este hombre es la inocencia seguramente perdida que se adquiere en ellas. Como viñetas de historias que son, nos plantean segundos interminables -sentimientos congelados- de personajes que, hilados unos con otros, acaban por hacernos retroceder a nuestra propia adolescencia. Un jardín perdido en el que Martín Bermejo parece sentirse a gusto, una etapa de ambigüedades homoeróticas que todavía no han dado paso a la desfachatez de lo explícito.
Aquello de empezar no siempre es cosa fácil. Está lo de enfrentarse a la página en blanco y la pequeña gran obsesión de dar identidad al blog para que de alguna forma represente una identidad propia. Pero una identidad maquillada, inevitablemente deconstruida, lo sé. Uno viene escaldado de haber pululado por algunos myspaces, fotologs y otros remedos de redes sociales de los que bien ha aprendido la futilidad innata. Uno se sabe iniciador de sitios que más tarde o más temprano acabarán en el cementerio de webs, y sin embargo está también la ilusión de compartir pensamientos fugaces. Merezca o no la pena, lo voy a empezar.