2 jun 2005

Neo Rauch

No es la pintura de Neo Rauch algo fácil de abordar, mucho menos desde un ángulo preconcebido; tan sugestivas son todas las direcciones a las que apunta. De un primer paseo, libre de lecturas farragosas, los lienzos de Rauch tienen una textura mate algo desgarrada que me han traído a la mente ciertos cuadros que Edward Munch abandonó a la suerte de ser erosionados bajo la acción de los elementos climáticos. La aplicación del óleo es aquí genuinamente áspera, infradotada del connatural brillo acharolado; el cromatismo, no menos indicativo de una poética problemática, es terroso, ocráceo, intermedio. Aunque sirva como escenario para ciertos artefactos coloristas que resultan conscientes intrusos.

Me ha interesado afrontar estos cuadros desde el paisaje, un género que en su ámbito más genuino -la pintura- se ha visto devaluado como consecuencia de su propio amaneramiento. La fotografía ha tomado el relevo para un paisaje que no adolezca -por ahora- del refinamiento romántico del paisaje pictórico derivado de una mala lectura de algunos Friedrichs. Rauch toma la tierra como atmósfera para historias incongruentes, a veces auténticos malos sueños que devienen presagios si no ya de un pasado traumático sí de un posible futuro aterrador. Ya que en su pintura hay enormes contradicciones -las estéticas del comunismo y del nazismo, la felicidad y la guerra- el propio paisaje quiere ser a un tiempo una celebración de la naturaleza -por inconmensurable- y un vertedero de residuos culturales mal digeridos. Perfecto campo de batalla para personajes extraordinariamente surreales -humanos que desarrollan acciones y portan objetos difícilmente discernibles, animales mixtos de un bestiario nuevo-.

En estos cuadros subyace la dificultad, como ha dicho Robbert Hobbs, de integrar cualquier pasado en el presente. Hay tensión en todo momento, entre las historias y su contexto. Pero también, y no menos frecuente, entre la propia autorreferencia del pintor -la advenediza masa pictórica como elemento materia, como presencia objetiva, como sujeto de representación dentro del cuadro- y la referencia al colectivo, a la propia historia de Alemania, agrietada de cambios y contradicciones. Como el paisaje estacional y contradictorio que pinta Neo Rauch.

Exposición Neo Rauch. Hasta el 18 de septiembre de 2005, cacmálaga.

Publicado originalmente en lafresa.org, 2005.

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