1 sept 2005

El Musac de León


Reconozco que uno de los motivos que me condujo al Musac de León fue esa faceta de edificio espectáculo que innegablemente posee. Iba decidido a dejarme arrastrar por un golpe de efecto similar al que practica el Guggenheim de Bilbao, con una envoltura escenográfica impactante. Trentaysiete tonos de color diferentes son suficientes para convertir una fachada angulosa en un reclamo fácil al turismo globalizado. Y, no obstante, reconozco que había mucho de eso en lo que sentí, atravesando su ampuloso vestíbulo y las trapezoidales salas del museo. Como en una catedral, encontré mucho de magia en la luz y en las sorpresas que encontraba gracias a la hábil disposición de los espacios en el plano. El estudio de arquitectura Mansilla+Tuñón, apoyado en un plano geométrico inspirado en pavimentos romanos, proyecta sugerentes naves de piel desnuda, la piel gris más cálida del cemento. Y consigue un magnífico lugar para el arte contemporáneo.


Sería muy estética una estudiada disposición de la colección permanente en esos muros; tanto que podría achacarse ese esteticismo con inminente facilidad. Y he leido suficientes críticas a este museo del presente. No voy a hablar aquí de lo acertado o no de la selección de artistas de hoy... Sin embargo, el planteamiento temporal de la totalidad de su superficie expositiva y el modo en que se facilita la comprensión de las obras al público no pueden ser menospreciados.

Agradecí que la visita guiada a Emergencias -la exposición inaugural- hiciese especial hincapié en dos aspectos nada triviales: Las problemáticas que, con mejor o peor fortuna, abordaban los artistas (lacras de nuestro tiempo acerca del medioambiente, los movimientos migratorios, los conflictos de género, la guerra...), discurso que sostenían los guías muy aparte de la posición de estrellas que acaparan dichos artistas en otros contextos expositivos. Y el interés hacia los nuevos medios artísticos. Muy conscientes de la incomprensión generalizada del público medio hacia el vídeo o la fotografía -que suele dedicar un breve vistazo y despreciarlos-, hacen un particular esfuerzo en resaltar tal o cual cualidad que brilla en la obra, consiguiendo que todos los visitantes desanden lo andado regocijándose en encontrar valores allí donde esperaban muy poco.

Lo mejor: El museo dentro del museo. Sandra Gamarra reproduce de forma ideal un inexistente museo de arte contemporáneo de Lima (Li-Mac), reproduciendo minuciosamente al óleo la obra reconocible de otros autores, y ofrece imagen corporativa, souvenirs, ficticias hojas de sala... Hace plantearse al visitante dónde se encuentra.

Lo peor: Un cierto aura de desgana en el mostrador de recepción, y las ausentes librería y cafetería, que harían del lugar un confortable sitio de recreo.

Publicado originalmente en lafresa.org, 2005.


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